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Los puntos neurálgicos del comercio en la ciudad abrieron sus puertas, sin embargo, el comercio informal del cual vivían miles de familias vendedoras y consumidoras en la ciudad no tiene fecha de retorno.
Sólo en el barrio
Quirno Costa decenas de familias trabajan alrededor del funcionamiento de “La
Saladita” y sobreviven con muy poco por estos días de cuarentena. Si bien
recibieron ayuda alimentaria, la necesidad es más amplia y piden la reapertura
de la feria: “priorizamos la salud, pero necesitamos vivir”.
La feria
emplazada en el final de la avenida Rivadavia es un multitudinario conglomerado
comercial que hace más de una década funciona en el sector oeste de Comodoro
Rivadavia. Allí confluyen los barrios Quirno Costa, San Martín, Máxima Abásolo
y San Cayetano, y es donde miles de personas encontraron la oportunidad para ganarse
“el pan de cada día”.
El sábado 21 de marzo fue el último día que “La Saladita” estuvo abierta al
público. Ese paseo callejero de aromas, colores y sonidos únicos era el punto
de venta de una infinita cantidad de artículos, productos y servicios que la comunidad hizo propia.
El circuito
comercial no sólo beneficiaba a los manteros, feriantes y verduleros, sino que
también a un grupo de vecinos que ofrecían el alquiler de energía, baños y agua
caliente para también tener sus ingresos. Ya transcurrieron 48 días y miles de
humildes familias se quedaron sin su sustento económico.
Con Sello Patagónico recorrió la desierta feria que sólo contemplan los perros del sector, los cuales permanecen horas echados en la quietud del desolado predio. Los solitarios esqueletos de los puestos cada vez son menos, debido a que muchos feriantes ya los retiraron por miedo a que los roben.
Luisa Rojas
es una de las tantas feriantes que por estos días no puede ejercer su
actividad. “Yo vendía menúes para la gente que trabaja en la Saladita: en el
verano trabajo con helado y en el invierno vendo café, chocolatada, torta
fritas y cosas dulces”, describió.
La vecina
del barrio Quirno Costa contó: “empecé de mantera, vendía ropa que me
regalaban, después puse una mesita y vendía gaseosas, golosinas y por ahí hacía
algunas pizzas o empanadas”.
En tiempos
de pandemia y crisis económica “hay personas con muchos niños, el primer mes
(de la cuarentena) no llegamos con una caja de alimentos y verduras; y yo con
lo poco que voy juntando me arreglo”, dimensionó.
Además de la venta, la mujer reveló; “le pasamos la energía a las personas que se quieren enganchar con los cables porque mucha gente trae heladeras. Los feriantes buscaban un baño e hice uno para alquilar a mujeres, después tuve que hacer otro para varones. Con eso podía juntar para pagar los impuestos y reponer la mercadería que vendía”.
“NECESITAMOS
VIVIR”
La plaza vacía
“me da mucha tristeza y más ahora que empezaron a sacar los puestos. Con el
calor o frío acá se sufre, es un trabajo agotador; estar en el invierno crudo
con el frío no se lo deseo a nadie”, reflexionó Luisa.
Griselda
Mansilla tiene 74 años y ayudada por su bastón sale todos los días “un ratito a
caminar” por la plaza porque padece problemas de cadera. La mujer alquilaba su baño
y vendía agua caliente para que no le falte el mate de los feriantes.
“Gracias a
la gente que viene a La Saladita yo tenía para comprar mis cosas y ahora no,
encima me sacaron la jubilación. Hoy en día no tengo nada”, lamentó la anciana y pidió
que “trabaje la gente porque así yo tendría una moneda para ganar, para poder
comprar mis remedios”.
Daniela
Rojas es madre de dos niños que está preocupada por la situación económica que
atraviesa. Su único ingreso hoy es la Asignación Universal por Hijo. "Soy
mantera, vendo cosas dulces y trato de rebuscármela para poder pagar la luz,
comprar los alimentos y la educación para mis hijos. Cada vez suben más las
cosas y no llego al mes. Trato de juntar la plata y no me alcanza”.
"Estamos tratando de organizarnos para cumplir con los protocolos que
nos ponga la Municipalidad para que podamos trabajar y así darle sustento a
nuestros hogares. Ojalá, así como abrieron los comercios, nos ayuden a nosotros a
abrir acá. Priorizamos la salud, pero necesitamos vivir”, concluyó la joven.